El mensaje de los votos
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Las recientes elecciones de segunda vuelta de gobernadores han trazado un mapa electoral que marcará el tramo final del actual Gobierno y definirá las condiciones para la contienda presidencial de 2025. De ello, ha emergido con nitidez un mensaje claro de la ciudadanía, que ha optado por el equilibrio político, restaurando el establecimiento de dos grandes bloques políticos en la centro derecha y en la centro izquierda.
El oficialismo obtuvo siete gobernaciones regionales, entre las que logró retener bastiones importantes, como Valparaíso y la región Metropolitana, con votos y apoyos de la coalición gobernante, manteniendo a Claudio Orrego en ésta última, quien mantiene una condición de independiente. Por su parte, la derecha avanzó significativamente, elevando su liderazgo de una a seis regiones e instalándose, además, en zonas de alto peso político, como Biobío y Los Lagos.
La democracia, el entorno empresarial y la economía requieren de líderes que impulsen estándares de solvencia y calidad política.
En este panorama, la ciudadanía dejó fuera a los partidos de los polos del espectro político y privilegió un mapa centrado en las colectividades tradicionales. Los postulantes que se asentaron en extremos o que no fueron capaces de adoptar un lenguaje conciliador fueron castigados por un electorado que parece demandar figuras más transparentes, y alejadas de escándalos y polémicas.
El resultado de este mandato ciudadano invita a una reflexión profunda sobre cómo los partidos y coaliciones están llevando adelante la selección de sus respectivos postulantes, así como sobre la calidad de la política en general. Esta no está dada solo por el nivel del debate en el Congreso o en tiempos de campaña, sino que tiene un correlato en la actual fragmentación del mapa de partidos y en las capacidades tanto de gestión, como de liderazgo estratégico, habilidad política, conocimiento técnico, ética y transparencia de los nuevos líderes que se ofrecen a la ciudadanía.
En la medida que estas voces sean portadoras de propuestas que construyan un clima de estabilidad y cooperación, que respondan a las necesidades reales de la ciudanía, evitando la polarización del debate, se podrá reparar la desgastada confianza del electorado en la política y en las instituciones representativas.
La democracia, las instituciones republicanas, el entorno empresarial y el desempeño de la economía del país requieren de estos estándares de solvencia política. Este es, sin duda, uno de los mensajes clave que dejaron los votos en las recientes elecciones municipales y de gobernadores, y que apunta a construir consensos duraderos, a privilegiar el diálogo y la planificación estratégica, por sobre soluciones de trinchera que en el futuro nos pueden pasar la cuenta.